Se te ocurrió decírnoslo en un bar,
recuerdas,
delante de un café con leche en vaso:
“debían de oler a eso los mayores,
a coliflor cocida,
a ese aire un poco mustio cargado de humedad”.
Sorbías el café con una paja
sin encontrarle el gusto de hace tiempo:
“el mismo olor lo siento en las promesas
aquellas que me hacía cuando era niño”
Qué pena.
Será que todo huele un poco a puerro
—cuesta muy poco, aunque no me guste—
y mezclo tus palabras con mi sangre
y me la encuentro espesa como un soneto malo.
Tal vez será por eso que recuerdo,
y se
me ocurre que hace tiempo que no escribes:
ya no te crees lo que me decías
que no se queman así de fácil bibliotecas
de libros de deseos y de versos.
“Y es que lo sabíamos de antemano:
jugábamos a ser niños ya mayores
de vuelta de las cosas de la vida
‘la vida es sueño: el sueño de la vida’.
Eso lo escribía cuando tenía quince.
Llevábamos ya dentro esa semilla
abonada con la mierda que escribíamos,
que nos pudrió la sangre poco a poco.
Quién sabe si en el fondo de las cosas
nos espera solamente la tristeza”
Eso decías.
Será que todo huele un poco a puerro,
—debían de oler a eso los mayores—
pero me voy oliendo los sobacos
y casi me convences: me pincho
y lo que sale es sangre condensada.
Por fin creció esa semilla, mira qué frutos.
Tuvimos que ponerle mucho abono.
Acabo de probar uno de ellos.
Tenías razón:
adulto sabe a niño adulterado.
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Un homenaje (de hace años ya) a ese niño que uno va redescubriendo. Y a mi amigo Alejandro https://todoal59.blogspot.com/ al que he saqueado varios versos, porque su poesía siempre me ha movido cosas por dentro.