Un hombre. Turco. Quemado por el sol. Un clochard. Se acerca. Mucha gente que se aparta. Viene a mí.
—Un cigarro. Me das?
—Yo te lo lío, espera.
—Me compras una cerveza?
—Claro. Voy.
Vuelvo. Con la cerveza.
—Qué te duele? Algo te duele— me dice.
—Me duele el pecho. Me hice daño este finde. Me duele a cada respiro.
—Ponte la mano alli. Repite. Diez veces por lo menos: "Soy bueno. Soy fuerte. No me duele na'."
Yo repito. Él cuenta, entreabriendo los dedos de las manos y mirándolos. Cuenta, para estar seguro de que yo repita lo necesario. Diez veces: "Soy bueno. Soy fuerte. No me duele nada."
Se va, cerveza en la mano.
Cojo la bici. Mientras pedaleo en la noche, voy repitiendo ese mantra que se me ha pegado al cerebro como una masita pegajosa. Llego a casa. Respiro fuerte. No sé, parece que duele menos.
—Soy bueno. Soy fuerte. No me duele nada.
Un hombre. Turco. Quemado por el sol. Un clochard.
—Qué te duele? Algo te duele— me dice.
—Me duele el pecho. Me hice daño este finde. Me duele a cada respiro.
—Ponte la mano alli. Repite. Diez veces por lo menos: "Soy bueno. Soy fuerte. No me duele na'."
Yo repito. Él cuenta, entreabriendo los dedos de las manos y mirándolos. Cuenta, para estar seguro de que yo repita lo necesario. Diez veces: "Soy bueno. Soy fuerte. No me duele nada."
Se va, cerveza en la mano.
Cojo la bici. Mientras pedaleo en la noche, voy repitiendo ese mantra que se me ha pegado al cerebro como una masita pegajosa. Llego a casa. Respiro fuerte. No sé, parece que duele menos.
—Soy bueno. Soy fuerte. No me duele nada.
Un hombre. Turco. Quemado por el sol. Un clochard.
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