—No sé si se entiende qué es lo que me gusta del comentario— dijo Sara.
Y no. No lo había entendido. Que te pongan un "Like" (sí, el FB lo tengo en inglés) debajo de un comentario en el que dices que te sientes mal, pero no mal de un catarro, de una fisura anal, de una gastroenteritis, no, no, sino mal dentro, porque hace mucho que se te ha cubierto el corazón de chapapote, se te ha espesado el alma y el pensamiento como alquitrán, y no tienes mascarilla, como esos días en Galicia, en Carnota, limpiando unas rocas que se te morían debajo de las manos, porque nunca llegabas a quitar nada, por mucho que quitaras... ese mal del ánima, esa tristura que te dura desde tanto tiempo.
No, no lo había entendido, el "Me gusta" (a mi me aparece Like, porque el Féisbuk lo tengo en inglés)
Luego Sara siguió:
—Tu forma de expresarte ante el mundo y la manera en que sientes y percibe cada pequeño rasguño o brisa marina.
La brisa marina. Sara tiene una intuición especial. ¿cómo sabrá que lo que quiero es que me sople el mar en la cara, que me sale la piel como un jamón curado, que me fije como cuero las arrugas el salitre? ¿Cómo sabrá que quiero volver a esa playa en la que P. me sacó la tristura de encima a fuerza de quererme tozudamente?
Eso me gusta —me dice Sara— Aunque haya monstruos, sabrás domarlos y retratarlos, para nosotros.
No, eso se lo quiero decir a Sara: no quiero que los monstruos se queden. No quiero domarlos, estoy cansado. No quiero retratarlos para nadie. No quiero ser el que dejó un bonito libro de poemas (que no sé escribir) o de cuentos (que no escribo) para la posteridad, habiéndose jodido la vida por no haber sabido quitarle la capa de chapapote a su corazón. Lo que quiero es paz. Y amar. Suena muy hippie, no? o muy New Age, pero es lo único que quiero.
Y sigue, mi Sara, en abierto:
"Adoro tu forma de expresarte y estoy convencida de que debiéramos ser muchos más, o incluso todos, así, de esa manera, para que el escenario tragicómico en el que disponemos nuestras idas y venidas, irreales y supuestas, y en el que nunca se pone el telón"
Sería tragicómico si fuera capaz de reírme de ello. Pero Sara no sabe que no lo soy. No lo sabe y cree que sí, como muchos otros que hasta me conocen mucho mejor y piensan que en fondo yo soy ese ser que salta sobre las mesas en los bares, que les dice piropos a las ancianitas, que juega con todos los niños que se encuentra en su camino. Que hace el payaso siempre. Sara no sabe que me tomo tremendamente en serio, por desgracia. La seriedad (chapapote, alquitrán maldito), ésa que siempre he intentado espantar haciendo el payaso, me la metieron entre el pan y la nutella de pequeño. Me pusieron droja en el colacau. No —se lo quiero decir a Sara—: no le deseo a nadie que sea como yo. La reprogramación cuesta mucho, y no es exhaustiva. Pero, eso sí, te deja exhausto.
Tus monstruos son mis monstruos y los de todos los demás; trátalos con cariño porque tienen tanto de ti como de todos los que pisamos tierra, firme o compuesta de arenas movedizas. Y no voy a tratar de consolarte con las palabras de aquel poeta hindú, que yo creo que las lágrimas limpian el cristalino —las venden artificiales, incluso— e hidratan el mecanismo del parpadeo, que es ese instante de oscuridad en el que puedes elegir qué vas a ver al siguiente golpe de luz. Tómales medidas a esos monstruos, Emi, porque de la misma talla serán los baobabs que te den sombra y alimento, cuando la arena reconforte tus pasos...
La arena, Sara, otra vez. A veces dudo hasta yo de que la arena, la las olas del mar me hagan el mismo efecto que me hacían antes, cuando me quedaba mirándolas embobado. Ahora las tengo tan relacionadas con P. que temo cada vez que me acerco a una playa. P. me quería tan tozudamente que mezcló arena con el chapapote y poco a poco casi logra limpiarme el alma. Pero se cansó antes de que yo pudiera darle el relevo. Antes de que el niño aprendiera a lavarse solito. Quisiera saber qué hizo ella con sus monstruos, si aprendió a tratarlos con cariño, o si los mató uno a uno, en tantos meses de silencio.Tenerle cariño a mis monstruos... Los baobabs, me dice Sara. Tomarle medidas a mis monstruos: lo hice, y les hice unos trajes. Les sientan muy bien. los vestí, los peiné, les puse cremita. Pero a veces, de repente, se desnudan otra vez. A lo mejor, como me dijo una amiga una vez, no tengo que hacerle caso al Dinosaurio (así lo llamaba ella).
Sara, de paso sea dicho, no sabe que ella se expresa mucho mejor que yo.
2 comments:
My Dear Bebo,
Cada uno tenemos una voz personalísima y nadie logra culminar del todo y con total eficiencia el proceso comunicativo. Cada concepto, cada rasgo y dibujo significan cosas distintas para cada uno de los individuos que poblamos el mundo. Yo intento transmitir lo que pienso, y mis intentos se ven frustrados, la mayoría de las veces, y mi interlocutor casi nunca logra comprender lo que yo intento decirle. Y no es ni mérito mío ni culpa suya, es la vida y es el lenguaje, que son así. Necesitamos de referentes, de identificaciones y de sintonías.
Pero eso sí, sé, y eso me impulsa y me eleva y me hace sonreír, que aún quedamos muchos con la firme voluntad de comprender al otro. Y es esa firme voluntad tuya, esa avidez de entendimiento y aprehensión del momento lo que te convierte en un gran 'entendedor', aunque el exterior te haga pensar que es que yo me expreso mejor... Uno no hace mella si el material no es maleable.
Es tal el placer de sentir el reflejo propio de uno mismo en el otro, es tal el confort de la ilusión comunicativa... Es tal la serenidad y el goce de encontrar interlocutores como tú.
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me he quedado sin palabras,despues de leer todo.Puedo decirte unicamente,que siempre fuiste una gran persona,de tal forma a todos nos has echo felices,seguro que vas a ser feliz .Lo mereces...brillas,transmites,comunicas,eres especial,suerte...no disipes se feliz.te quiero
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