Te escribo un verso a veces,
y quickly se lo traga esta pantalla tan voraz;
(que luego parpadea, como esperando más comida).
Y mira que estoy triste
y pongo cara de poeta,
es decir, como inspirado, (así me veo
lavándome los dientes, de mañana),
y al final me río (pero no es verdad):
¿qué será esto de quererte en times new roman,
de añorarte en casablanca,
de asir tu sombra a un chip?
Me doy un paseo.
Hace buen día y quiero ver a gente.
Tomo un café, me quito un moco, miro un ardilla en el parque.
¿para qué desearte si mañana iré a comprarme huevos frescos?
Es fácil aplaudir la pieza nueva
solamente que te asomas en cada esquina,
solamente que jorobas cada copa,
solamente que me dueles la cabeza
y hasta el moco.
No me sirve.
Y vuelvo a la pantalla como al trullo,
camisa a rayas, pero en régimen abierto,
pidiendo libertad con el versito que se traga.
Quizá la libertad consista en eso,
en digitalizarte el alma, pasarte por el chip,
como por una piedra virtual.
No sé si te crezco o te desato en tanto tinte de memoria,
máxime sabiendo,
que pienso en tí como una ciega máquina.
Es mi pasión, mi Gólgota
volver a empezar a quererte otra vez
encontrándote en el té de la mañana.
Y tener que acordarme de este olvido que sube para nada,
en el versito que aparece en la pantalla.
I cannot help it.
No lo puedo evitar.
Y no lo evito.
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