«La mentira, es decir, el relato de las bellas cosas falsas, constituye el fin mismo del arte.»
La importancia de llamarse Ernesto
(Oscar Wilde)
Fernando Ventura también miente, a su manera, cuando relata una realidad de que de bello no tiene ni un pelo. La realidad de Fernando no es bella. Su realidad es una realidad peluda: lo que tiene es vello, no bello. Fernando Ventura hace arte. A pelo. Y sin embargo, el fin de su arte no es el relato en sí mismo, como dice Oscar Wilde, sino la mera contrucción de un salvavidas.
Fernando Ventura tiene un nombre que es una paradoja. O tal vez no. A él supongo que no se le ha ocurrido nunca. O tal vez sí, quién sabe.
Fernando vive en la calle, «hace la calle» desde hace tiempo. Fernando es uno de esos a los que el lenguaje descarnado del pueblo ha llamado desde siempre «pobres» y a los que hoy se les llama «sin techo» —a la espera de que en la Real Casa de la Hipocresía, donde desde hace un par de siglos se acuñan las palabras de la desigualdad, salga un término mejor, que dé aún menos miedo pero que cree aún más distancia de los que pobres no lo son.
Fernando vive la desventura de no tener —repito sus mismas palabras: "no tengo novia, no tengo dinero, no tengo nada"— y al servidor que escribe esto el llamarse Ventura de este Fernando se le antoja como una mala broma de algún dios burlón (y gilipollas, como todos los dioses). Sin embargo Fernando se llama Fernando. Y si los nombres algo tienen que ver con la persona que los lleva —Fernando quiere decir, lo dice Santa Wikipedia «vida aventurera» o «el que se atreve a todo por la paz»— éste es seguramente su caso.
Fernando vive la desventura de no tener —repito sus mismas palabras: "no tengo novia, no tengo dinero, no tengo nada"— y al servidor que escribe esto el llamarse Ventura de este Fernando se le antoja como una mala broma de algún dios burlón (y gilipollas, como todos los dioses). Sin embargo Fernando se llama Fernando. Y si los nombres algo tienen que ver con la persona que los lleva —Fernando quiere decir, lo dice Santa Wikipedia «vida aventurera» o «el que se atreve a todo por la paz»— éste es seguramente su caso.
Fernando retrata caras. De conocidos, de gente de la calle —gente que hace la calle y pone al descubierto las miserias que muchos no queremos ver— y lo hace desde dentro. No te saca el alma, ni lo pretende. Sino que saca su alma, y la vierte sobre todo papel dibujable que encuentra por ahí (y a veces compra). Si Fernando te retratara, no te reconocerías, porque en todos sus retratos Fernando se retrata a sí mismo. En cada trazo de carbón hay un miedo, una congoja, una risa sardónica, una vibración cósmica, de ese cosmos que es el mundo interior de uno, ese caos primigenio que cada uno tiene dentro, quiera o no quiera verlo. No sé, ni quiero saberlo, que hay dentro de ese big-bang que se gesta continuamente en la psique de Fernando, como también en la tuya que estás leyendo esto, pero lo intuyo cuando me planto delante de sus retratos. Y lo que se intuye es algo que remueve, porque le pone a uno delante de su propia alma, de su propio continuo terremoto cósmico que tiene lugar en nuestra propia psique. Uno podría decir que tiene algo de Munch, o de Bacon, pero si hay algo en lo que se le puede comparar a estos que acabo de mencionar es precisamente en eso: en esa cosa líquida, viscosa, ese caldo primordial hecho de miedos, de gritos silenciosos, de magma infernal que alimenta las peores pesadillas que invaden los sueños cuando algo destapa el vaso de Pandora de nuestras ánimas.
Sé algo de la vida de Fernando, de su período en un grupo punky, de sus noches y días alcóholicos (ya no bebe, desde que ha empezado a dibujar), de su insaciable hambre de palabras (Fernando devora libros, uno al día, en los siete largos lunes al sol que conforman su semana), pero su vida no es algo que yo vaya a relatar aquí, sin su permiso. Aquí sólo quiero enseñar algunos dibujos, con unas fotos sacadas con un teléfono en la Galería Alegría, en la Plaza de Cascorro de este Madrid capital que tanto extraño desde mi exilio Sevillano.
Los dibujos hablarán por sí solos. Pero las fotos son fotos. Hay que ir allí, en la Galería Alegría, y verlos. Y hablar con él, con ese hombre que tiene la Ventura de llamarse Fernando, y que miente tan bellacamente mezclando las caras de la gente y su alma en un combinado que no vais a encontrar en ningún bar. Ni en ninguna galería. Excepto en la Alegría, ésa que tiene la Ventura de tener a Fernando.
Para el que quiera saber más sobre Arte Outsider, aquí va una página que os va a deleitar: El hombre jazmín.
Ahí van los dibujos de Fernando (gracias al Hombre Jazmín por ceder algunos de ellos y por descubrirme a Fernando).