24 Apr 2016

Un día te enseñé a coger erizos

Hay algo que no sé si perdonarme:
que te enseñara un día a coger erizos.

El mar rosmaba suave y estaba claro,
y tú eras un pez entre otros peces.
Te regalé uno de mis secretos:
que las erizas, como tú, son vanidosas,
que se adornan las espinas, como tú.

Estaba ese secreto, reservado:
por años lo cuidé como oro en paño,
hasta esa tarde en la Playa de Los Muertos
en la que yo me dije: she's the one,
así, en inglés, que suena más rotundo.

Y ahora.
Ahora.

Sé que ese secreto va a ser otra baratija,
gracia graciosa entre tus muchas
(tu ser gacela, y hasta tu mismo nombre)
que adornará tu máscara, esa Gioconda
obra de paciencia y muchos años

y que se la regalarás, regalo seductor,
como si fuera baratija, curiosidad
entre curiosidades de arte bruto
a ese otro en el que ahora aparcas.

Un día te ensené a coger erizos,
compartí un secreto reservado,
y me arrepiento, por haberme así vaciado
cegado por la marañas de tus rizos
esos que, ahora veo, nunca tuviste,
(es pelo liso el tuyo, espinas wannabe).

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