[...]
y si lo pienso,
habría querido convidar a Dios
para que presidiera nuestra mesa,
a Dios pero sin verbo
sin prodigio
y sólo para yo saber,
que Dios está en todas partes:
también en ese plato de cebollas que te pongo delante,
como postrera tentativa
de percibir la sombra de una lágrima en tu rostro,
una mínima ficción de sentimiento
y tener a Dios, ese Dios del que me hablaste,
como testigo.
(Gracias a Andrea Conte Botero por el hermoso verso que me ha abierto la boca, y guiado mis dedos sobre el teclado)
18 Dec 2011
14 Nov 2011
Dime por qué todavía te deseo
Uno no debería leer poesía después de medianoche. Sobre todo, uno no debería leer esos libros en los que ya sabe qué es lo que se va a encontrar. Me pasa que cojo un libro de poemas de Cortázar, al que vuelvo, de vez en cuando, con ese placer un poco masoca, en noches como ésta. Noches en las que a uno le duele una mujer en todo el cuerpo, como decía Borges.
Dime por qué todavía te deseo, por qué tu nombre vuelve
como el hacha a la herida en una amarga visitación de medianoche;
[...]
por qué me basta componer un mecanismo elemental de sílabas,
marcar en el cogollo de la niebla las cifras de tu nombre,
para que solitariamente
me agobie la esperanza de una menuda migración de dedos por mi pelo,
de una fragrancia en donde habita el musgo.
jc
Y entonces me dejo barba encima de la que ya tengo, me imagino grandullón como lo fue Julio, y me sale una voz como la de Tom, el que está aquí abajo y que canta por mí -en mi lugar- p-r-e-c-i-s-a-m-e-n-t-e lo que yo quiero cantar.
Dime por qué todavía te deseo, por qué tu nombre vuelve
como el hacha a la herida en una amarga visitación de medianoche;
[...]
por qué me basta componer un mecanismo elemental de sílabas,
marcar en el cogollo de la niebla las cifras de tu nombre,
para que solitariamente
me agobie la esperanza de una menuda migración de dedos por mi pelo,
de una fragrancia en donde habita el musgo.
jc
Y entonces me dejo barba encima de la que ya tengo, me imagino grandullón como lo fue Julio, y me sale una voz como la de Tom, el que está aquí abajo y que canta por mí -en mi lugar- p-r-e-c-i-s-a-m-e-n-t-e lo que yo quiero cantar.
4 Nov 2011
Sinking in the rain - A love story
My beloved A.
I'm writing you now, because I don't know when I'll stop being able to write. Everything is changing so quickly. Speaking is already very difficult and most of the words I pronounce sound unintelligible. Vowels, mostly, have disappeared, turned into a confuse almost monotone sound, a babble, an incomprehensible mumbling. I know it's because of the gills. They started growing yesterday night. I thought it was a little wound just behind the ear and at the beginning couldn't understand how I had it (It didn't hurt at all).
I'm writing you now, because I don't know when I'll stop being able to write. Everything is changing so quickly. Speaking is already very difficult and most of the words I pronounce sound unintelligible. Vowels, mostly, have disappeared, turned into a confuse almost monotone sound, a babble, an incomprehensible mumbling. I know it's because of the gills. They started growing yesterday night. I thought it was a little wound just behind the ear and at the beginning couldn't understand how I had it (It didn't hurt at all).
After the theatre I didn't want to walk under the rain. But you insisted so strongly —«I don't want to take a taxy and participate in polluting this world»— I couldn't help accepting your way. I got upset for a little while: it was raining so badly and I felt you were not at all taking into consideration my desire. It was a long walk —let it flow, Emi, i told myself, let it flow, be like water, my friend....— and by the end of it, I had even started feeling comfortable under the heavy rain, wet to the bones.
I was soaked when I arrived home, and I
went to the bathroom to take a shower. Under the shower I felt
particularly well, at ease (I've possibly never felt like this, and, if I
had, I don't remember it): water was like a caress, and I suddenly had
the strong desire to be in the hammam, or in a warm, transparent sea.
When I left the shower and started drying myself, I suddenly felt a
strong sense of oppression in my chest, something like suffocation or
anxiety, almost bordering on panic. I had to stop. The towel was soaked,
and me too, still. I went back to the shower, regulated the water
temperature and rapidly entered again the fluffy, incredibly pleasant
feeling I experienced before.
I slept on the shower, on a wet cushion.
The morning dawned rainy. I had a tea, and take the bicycle and cycled under the rain. I realised I couldn't pronounce vowels when I said «gwwd mwrnng» to Antonia, at the reception. She looked at me strangely. Switching on the pc I realised that a little membrane has started growing between each finger. It has a very nice colour, between transparent pink and translucent greenish.
I'd like to see you once more, before I start swimming down the river, to reach the sea.
yours, with love.
I slept on the shower, on a wet cushion.
The morning dawned rainy. I had a tea, and take the bicycle and cycled under the rain. I realised I couldn't pronounce vowels when I said «gwwd mwrnng» to Antonia, at the reception. She looked at me strangely. Switching on the pc I realised that a little membrane has started growing between each finger. It has a very nice colour, between transparent pink and translucent greenish.
I'd like to see you once more, before I start swimming down the river, to reach the sea.
yours, with love.
Emi
1 Nov 2011
I cannot help it. No lo puedo evitar.
Te escribo un verso a veces,
y quickly se lo traga esta pantalla tan voraz;
(que luego parpadea, como esperando más comida).
Y mira que estoy triste
y pongo cara de poeta,
es decir, como inspirado, (así me veo
lavándome los dientes, de mañana),
y al final me río (pero no es verdad):
¿qué será esto de quererte en times new roman,
de añorarte en casablanca,
de asir tu sombra a un chip?
Me doy un paseo.
Hace buen día y quiero ver a gente.
Tomo un café, me quito un moco, miro un ardilla en el parque.
¿para qué desearte si mañana iré a comprarme huevos frescos?
Es fácil aplaudir la pieza nueva
solamente que te asomas en cada esquina,
solamente que jorobas cada copa,
solamente que me dueles la cabeza
y hasta el moco.
No me sirve.
Y vuelvo a la pantalla como al trullo,
camisa a rayas, pero en régimen abierto,
pidiendo libertad con el versito que se traga.
Quizá la libertad consista en eso,
en digitalizarte el alma, pasarte por el chip,
como por una piedra virtual.
No sé si te crezco o te desato en tanto tinte de memoria,
máxime sabiendo,
que pienso en tí como una ciega máquina.
Es mi pasión, mi Gólgota
volver a empezar a quererte otra vez
encontrándote en el té de la mañana.
Y tener que acordarme de este olvido que sube para nada,
en el versito que aparece en la pantalla.
I cannot help it.
No lo puedo evitar.
Y no lo evito.
y quickly se lo traga esta pantalla tan voraz;
(que luego parpadea, como esperando más comida).
Y mira que estoy triste
y pongo cara de poeta,
es decir, como inspirado, (así me veo
lavándome los dientes, de mañana),
y al final me río (pero no es verdad):
¿qué será esto de quererte en times new roman,
de añorarte en casablanca,
de asir tu sombra a un chip?
Me doy un paseo.
Hace buen día y quiero ver a gente.
Tomo un café, me quito un moco, miro un ardilla en el parque.
¿para qué desearte si mañana iré a comprarme huevos frescos?
Es fácil aplaudir la pieza nueva
solamente que te asomas en cada esquina,
solamente que jorobas cada copa,
solamente que me dueles la cabeza
y hasta el moco.
No me sirve.
Y vuelvo a la pantalla como al trullo,
camisa a rayas, pero en régimen abierto,
pidiendo libertad con el versito que se traga.
Quizá la libertad consista en eso,
en digitalizarte el alma, pasarte por el chip,
como por una piedra virtual.
No sé si te crezco o te desato en tanto tinte de memoria,
máxime sabiendo,
que pienso en tí como una ciega máquina.
Es mi pasión, mi Gólgota
volver a empezar a quererte otra vez
encontrándote en el té de la mañana.
Y tener que acordarme de este olvido que sube para nada,
en el versito que aparece en la pantalla.
I cannot help it.
No lo puedo evitar.
Y no lo evito.
12 Sept 2011
From a dream
I like books, and music, and wine. And I like people who like books, and music, and wine.
And I like hats.
And I like writing. And when I do not write you should know I'm not well.
And I like merging people and watch their faces and know they're smiling for real and they have that smile inside, like a little warm not-to hot ember made of love.
And I also like to be at your side, watching at the sea. And I like when you speak with your calm voice, the words flowing unruffled, creating a fluffy and slightly (very slightly) sweet pillow made of the same cotton-like stuff clouds are made of. And I rest my head on this pillow and very now and then I ask you something, not to be left alone by the warm river of your words.
And it's nice.
These are the last words I remember. I was writing you a letter. A very long letter. I cannot remember more. I was sitting at my table, I cannot say if it was night or day, and I had this mug on my right, full of something too sweet, whose taste I cannot compare with anything. It wasn't normal tea, neither roiboos or one of all those teas you liked to have (and me too). Just something different but known (I knew that taste).
All the dream —I cannot say how long it lasted, perhaps just few seconds: one never knows when it comes to dreams— was about this: me writing a letter to you. And I was quietly in love, or something like that, and I'd have liked to have you there, I'm sure I'd have liked, even if it was anyway already very pleasant to be there, sipping that sweet kind-of-tea and writing you those words, and feeling I had something like a little cat on my chest, a warm & fluffy something who was making me feel... I don't know, perhaps... happy.
It was a dream. But it was a good one.
The letter was long, very long. I wish I could remember more words.
3 Aug 2011
La estrategia del caracol, el desalojo de Sol, las elecciones del 20 N y mucho, mucho cuidado
Aquélla fue una película muy buena (lo sigue siendo y os aconsejo verla: incluso la hay en youtube): La estrategia del caracol (1993), de Sergio Cabrera nos cuenta una historia sobre la solidaridad, la libertad, el acoso del capital (inmobiliario, en este caso), entretejiendo la narración sombre un entramado de personajes, todos principales, de diferentes lases sociales, ideologías e ideas políticas.
Uno lee esas palabras (las que están en negrita) y no puede evitar pensar en lo que ha pasado y está pasando en las plazas españolas, y especialmente en todas las plazas aledañas de la Puerta del Sol, ahora que la plaza ha sido tomada por las furzas del Estado (militar, que no de derecho). Y entonces se le mezclan a uno los conceptos en la cabeza: estrategia, caracol, solidaridad, elecciones, fuerzas del orden, violencia, otra vez elecciones, otra vez estrategia... y surge un puzzle ya terminado que muestra un panorama muy manido y bastante desagradable (cosa que, dicho sea de paso, suele pasar con los puzzles).
Digo que el panorama esta muy trillado ya porque se trata de una estrategia utilizada por las derechas en muchas ocasiones: crear crispación, un ambiente muy muy cargado, algún estallido de violencia extrema y, con ella, la necesidad de orden y seguridad. Cuando pasa eso, suele haber votaciones poco después. Y las derechas se suelen hacer con el poder. Un ejemplo de lo más eclatante: tras el "Winter of descontent" de 1979, en el Reino Unido, quien ganó (y con una inmensa mayoría) fue la Thatcher. La Dama de Hierro.
Un inciso: Algunos han ido más lejos y hasta han creado una teoría (aplicada profusamente en el mundo entero en los últimos 30 años) llamada la "doctrina del shock". Un libro —y un documental que se puede ver en youtube, también— de Naomy Klein, la famosísima autora de NO LOGO, explican su aplicación político económica: horrorifico (algo tendrá que ver con el hecho que ese documental no ha sido pasado en los cines de España, Italia, Portugal y Grecia... en Francia sí, y en Alemania también). SI no lo has leído o no has visto el documental, pues, te ruego que te tomes una hora y 20 minutos y lo hagas. Ya.
Ahora bien, este otoño va a ser caliente y eso lo sabemos tanto los que formamos parte del movimiento 15M como los que nos sacan de las plazas a porrazos. Pero hay gente que ha aprendido bien la lección sobre cómo utilizar estos movimientos para expandir la base electoral de la derecha y está empezando a aplicar la estrategia. Ahora mismo. Con el desalojo de la Puerta del Sol. Y con los accidentes que probablemente (espero de corazón que no los haya) que van a ocurrir si se persiste en aplicar estrategias (estúpidas) de guerra intentado "retomar" Sol.
Porque esto es precisamente lo que esperan que pase. Y si no pasa hoy o en los próximos días, podéis estar seguros que otras ocasiones serán creadas para que eso pueda pasar antes de que lleguen las elecciones (la visita del nazi-papa, por ejemplo, es un platito suculento y un momento ideal para que algo chungo pase)
Somos muchos, es verdad, y es posible que la plaza se "retome". Pero a costa de qué. Y para qué. No van a permitir otra acampada: esta vez habrá hostias a man salva.
Es por eso que se me ocurrió lo de la estrategia del caracol. ¿Qué hace un caracol? Se lleva la casa a cuestas. Se mueve, sin desplazarse demasiado, con lentitud. Pero se lleva su casa —y aquí casa o tienda es lo mismo— adónde se mueva. Lo importante es seguir estando. Y protestando. Y generando simpatías. No hay nada que reconquistar: Sol no se ha perdido: la Puerta del Sol la llevamos dentro todos los que hemos estado en las plazas y también mucha gente que nunca ha estado. SI njos echan de Sol, que lo han hecho, hay otras plazas. Y habrá otras. Pero hay que ser listos: hay que evitar que puedan salirse con la suya y generar violencia y acusarnos de esa violencia. No hay que dejar que una estrategia tan manida pueda tener éxito otra vez.
Esta vez no.
31 Jul 2011
En los bares nunca llueve: una lectura.
He tardado un tiempo (terminé la novela hace ya más de un mes) antes de ponerme a escribir esto. Mediaron, entre medias (no las de nylon que tanto enredaron a João) varios pequeños, algunos triviales —y otros no tan pequeños ni triviales— acontecimientos: el mayor tal vez haya sido la visita y estancia de mis padres con hermana separada y sobrinita terremoto a lo largo de casi dos semanas. Y luego una vuelta Sevilla-Galicia-Madrid para visitar a los amigos, que uno los tiene desperdigados por ahí, y como sin amigos a servidor se le hace la vida bastante triste, solitaria y final, como dijo aquella vez el Grande Marlowe, en El largo adiós:
Hasta la vista, amigo. No le digo adiós. Se lo dije cuando tenía algún significado. Se lo dije cuando era triste, solitario y final.
Qué les voy a contar. Volvía de la presentación de la novela en Madrid, cuando empecé a leerla, sentado en el Ave rumbo a una Sevilla calurosa e inhóspita. No estaba yo de mi mejor ánimo: nunca me gustó ir sentado de espaldas en un vagón. Como escribió un muy amigo mío, hace años, «[sentado de espaldas en un vagón] se te va escapando el paisaje, y siempre es tarde para ver lo que venía». Cosas de uno. En fin, que me puse a leer la novela. Se lo debía al autor, tal Luis Zaragoza, quien me hizo reír esa noche cuando en la presentación tomó palabra diciendo «Ésta es mi primera novela. Y no os va a cambiar la vida». Digamos que es un manera de hacer un pay-back, o en cristiano, de pagarle a uno lo que se ha ganado. Porque, ustedes lo saben bien, reírse, con los tiempos que corren, es algo tan preciado como un buen plato de peras al vino. Eso dijo el tal Luis y yo voy al grano y os lo digo ya, (luego vendrán más detalles):
- tenía razón (él) .
- empecé a leer y no pude parar hasta acabarla.
Ahora bien. Aún tenía la novelita entre las manos y aún no se habían evaporado las últimas sílabas de la última línea de la última página cuando me quedé mirando otro paisaje, el de los tejados que se ven desde mi terraza sevillana —el trayecto se había hecho corto, con el librito entre las manos— y me pregunté: «¿qué - es - esto?»
«Esto» se refería a la novela. Porque novela, lo que se dice novela, pues no, no lo era. Y sin embargo se había hecho leer —lo había pedido a gritos— como tal. Lo cual, todo hay que decirlo, le confunde un poco a uno.
Me acordé de las palabras del autor, la noche anterior. Y, por si acaso, porque uno nunca sabe (por lo delpoder mágico de las palabras) me miré alrededor: ésa era mi casa, mi terraza con mis plantas aromáticas y los ficus y los tiestos de albahaca (para ensaladas, que no para mosquitos, como se estila por aquí… es que hay que ser bárbaro…)… Todo seguía igual: el salón seguía siendo un caos de papeles, libros y esa caja de preservativos en la que guardo los tickets de la compra del mes (controlo mis gastos) encima de la estantería; mi ex-novia seguía sin dar señales de vida, mi intestino seguía dándome problemas cuando mezclaba fruta con la comida, y, por seguir, yo me seguía despertando por la mañana con una necesidad apremiante de seguir durmiendo y olvidarme del mundo… en fin, la novela… bueno, esa “cosa lecturabilis” del tal Zaragoza no me había cambiado la vida. No.
Como no me gusta que lo externo me perturbe (llevo un tiempo leyendo libros de crecimiento espiritual) y quiero ser consciente en cada momento de lo que me pasa y siento, decidí apoyar el libro en la estantería y esperar un rato.
Dejé que reposara unos 40 días (lo mínimo para que el alcohol le saque a la cáscara del limón lo necesario para preparar un limoncello decente, allá por mi terruño donde el limoncello y todo lo relacionado con el mismo es suma de sabiduría popular y compendio de fundamentos filosóficos sobre el arte de vivir) y, al cabo de ese tiempo volví a preguntármelo. Eso pasó ayer.
Pero no supe contestarme. Así que me puse a escribir, a ver si, manotoneando en la oscuridad o sencillamente dándole a la tecla llegaba a sacar algo en claro. A eso voy.
No es una novela. Ni pretende serlo, según dice el autor. Y sin embargo nos cuenta una historia. Pero una historia que, de alguna manera, se cuenta por omisión, por falacia, por ausencia. Porque del tal João Siniestro, persona por antonomasia, no sabemos casi nada. Hay algo oscuro en él, pero parece que ni él se da cuenta y, seguramente, no se dan cuenta de ello todas las mujeres con las que se encuentra (o tal vez sí… y de ser así tendré que revisar toda mi teoría y praxis seductoria y vivencial y darle un toque de oscuridad siniestra a mi perfil). Porque —eso sí— si de João vamos intuyendo cosas muy poco a poco, mucho más sabemos de sus mujeres (incluyamos aquí la madre, porque mucho de Edipo hay aquí). Y de los otros personajes que van apareciendo y desapareciendo a lo largo de la(s) historia(s): todos un poco farsantes, todos un poco huyendo de sí mismos (tal vez como el mismo João, pero de otra manera) y todos con un carboncillo en la mano, contribuyendo con sus trazos a delinear —otra vez, en ausencia, con el blanco, más que con la negrura del trazo— un perfil psicológico que el autor ha querido (o tal vez simplemente le ha salido así y ni se ha dado cuenta) dejar abierto e inconcluso.
El libro tiene también sus puntos flojos: una primera novela (…ejem… ¿novela?) siempre los tiene. Y luego vienen los gustos, claro. Para mi gusto, por ejemplo, hay momentos en los que se le ve el adjetivo “novel” al escritor: ciertos pasajes superfluos o explicativos, ciertas caídas de tensión… pero eso pasa en las mejores familias. Y luego, insisto, se trata de una primera… ¿novela? Los de la editorial dicen que pertenece al género del junk delighting —deleite basura—, lo cual nos viene a decir que sería algo así como el Burger King de la literatura. Y, todo hay que decirlo, no hay nada como una buena hamburguesa de madrugada después de una noche de juerga, ¿no?
Me paro un momento, releo lo escrito y veo el guiño. Sabía yo que dándole a la tecla habría… dado con la tecla... (que por eso lo hago, quiero decir, lo de darle a la tecla....ehhmm).
La huida, allí está la respuesta. La huida, ésa que siempre te vuelve a llevar a la encrucijada de la que partías, es un poco el trasfondo de esta… ejem… «novela». Acabo de darme cuenta ahora.
Y cuanto más lo piense, os soy sincero, más me convenzo de algo: creo que ni el autor se ha dado cuenta. Él también está huyendo. Un poco como todos.
«Esto» se refería a la novela. Porque novela, lo que se dice novela, pues no, no lo era. Y sin embargo se había hecho leer —lo había pedido a gritos— como tal. Lo cual, todo hay que decirlo, le confunde un poco a uno.
Me acordé de las palabras del autor, la noche anterior. Y, por si acaso, porque uno nunca sabe (por lo delpoder mágico de las palabras) me miré alrededor: ésa era mi casa, mi terraza con mis plantas aromáticas y los ficus y los tiestos de albahaca (para ensaladas, que no para mosquitos, como se estila por aquí… es que hay que ser bárbaro…)… Todo seguía igual: el salón seguía siendo un caos de papeles, libros y esa caja de preservativos en la que guardo los tickets de la compra del mes (controlo mis gastos) encima de la estantería; mi ex-novia seguía sin dar señales de vida, mi intestino seguía dándome problemas cuando mezclaba fruta con la comida, y, por seguir, yo me seguía despertando por la mañana con una necesidad apremiante de seguir durmiendo y olvidarme del mundo… en fin, la novela… bueno, esa “cosa lecturabilis” del tal Zaragoza no me había cambiado la vida. No.
Como no me gusta que lo externo me perturbe (llevo un tiempo leyendo libros de crecimiento espiritual) y quiero ser consciente en cada momento de lo que me pasa y siento, decidí apoyar el libro en la estantería y esperar un rato.
Dejé que reposara unos 40 días (lo mínimo para que el alcohol le saque a la cáscara del limón lo necesario para preparar un limoncello decente, allá por mi terruño donde el limoncello y todo lo relacionado con el mismo es suma de sabiduría popular y compendio de fundamentos filosóficos sobre el arte de vivir) y, al cabo de ese tiempo volví a preguntármelo. Eso pasó ayer.
Pero no supe contestarme. Así que me puse a escribir, a ver si, manotoneando en la oscuridad o sencillamente dándole a la tecla llegaba a sacar algo en claro. A eso voy.
No es una novela. Ni pretende serlo, según dice el autor. Y sin embargo nos cuenta una historia. Pero una historia que, de alguna manera, se cuenta por omisión, por falacia, por ausencia. Porque del tal João Siniestro, persona por antonomasia, no sabemos casi nada. Hay algo oscuro en él, pero parece que ni él se da cuenta y, seguramente, no se dan cuenta de ello todas las mujeres con las que se encuentra (o tal vez sí… y de ser así tendré que revisar toda mi teoría y praxis seductoria y vivencial y darle un toque de oscuridad siniestra a mi perfil). Porque —eso sí— si de João vamos intuyendo cosas muy poco a poco, mucho más sabemos de sus mujeres (incluyamos aquí la madre, porque mucho de Edipo hay aquí). Y de los otros personajes que van apareciendo y desapareciendo a lo largo de la(s) historia(s): todos un poco farsantes, todos un poco huyendo de sí mismos (tal vez como el mismo João, pero de otra manera) y todos con un carboncillo en la mano, contribuyendo con sus trazos a delinear —otra vez, en ausencia, con el blanco, más que con la negrura del trazo— un perfil psicológico que el autor ha querido (o tal vez simplemente le ha salido así y ni se ha dado cuenta) dejar abierto e inconcluso.
El libro tiene también sus puntos flojos: una primera novela (…ejem… ¿novela?) siempre los tiene. Y luego vienen los gustos, claro. Para mi gusto, por ejemplo, hay momentos en los que se le ve el adjetivo “novel” al escritor: ciertos pasajes superfluos o explicativos, ciertas caídas de tensión… pero eso pasa en las mejores familias. Y luego, insisto, se trata de una primera… ¿novela? Los de la editorial dicen que pertenece al género del junk delighting —deleite basura—, lo cual nos viene a decir que sería algo así como el Burger King de la literatura. Y, todo hay que decirlo, no hay nada como una buena hamburguesa de madrugada después de una noche de juerga, ¿no?
Me paro un momento, releo lo escrito y veo el guiño. Sabía yo que dándole a la tecla habría… dado con la tecla... (que por eso lo hago, quiero decir, lo de darle a la tecla....ehhmm).
La huida, allí está la respuesta. La huida, ésa que siempre te vuelve a llevar a la encrucijada de la que partías, es un poco el trasfondo de esta… ejem… «novela». Acabo de darme cuenta ahora.
Y cuanto más lo piense, os soy sincero, más me convenzo de algo: creo que ni el autor se ha dado cuenta. Él también está huyendo. Un poco como todos.
...............................................................................
Para lxs que quieran saber (y leer) más:
29 May 2011
Una reflexión: el 15M, la Spanishrevolution, el compromiso y yo
A modo de prólogo, y desahogo, antes viene lo personal. Si quieres, sáltatelo.
Si no he escrito nada en las últimas semanas, es por que no sabía qué escribir. Y no sabía qué escribir porque a lo largo de todo este tiempo (y hasta lo que mi rodilla rota me lo ha permitido) he estado intentando meterme, ganarle el pulso a ese escepticismo que parece crecer cada vez más dentro de mí —cosa que, dicho sea de paso, no me gusta nada— y vivir, otra vez, un sueño.
Yo soy una de esas personas demasiado autonscientes para las que el cuasi-oxímoron "vivir un sueño" ha sido siempre muy difícil de conciliar y ni quiero hablar de realizar. Sin embargo, a lo largo de mi vida, en muchas ocasiones he logrado abrir el libro de los sueños comunes —y en otras crearlos, directamente, involucrando a la peña—, suspender la incredulidad y adentrarme con los demás en el sueño. Sin embargo, y con toda probabilidad a causa de esa maldita herencia que me han dejado mis padres
(la vida no es bonita, pero es original)
a mí el sueño siempre me duraba menos que a los demás, lo cual, para que os pueda dar una idea, es como haber pasado una noche estupenda de borrachera, acampados en la playa, una de esas noches de "comunión" con los demás y el universo,y al día siguiente, por algún castigo cósmico, ser el primero en despertarse, muy muy temprano, con una resaca tremenda, nadie con quien hablar, la hoguera apagada, y la realidad de que es domingo y que hoy hay que coger el coche y volver a casa porque mañana es lunes y hay que currar).
Es decir que yo, al que todo el mundo considera un pasional y pasionario, he perdido el mapa que usaba cada vez que tenía que volver a buscar a mi pasión, y no la he podido encontrar. Y esto me ha puesto muy, pero que muy triste.
Y ahora, poco a poco, la reflexión
(después de terminar de escribir: veo que sigo en lo personal, así que, si quieres, puedes evitar leerte el artículo entero)
Antes que nada, relajaros unos minutos, leed este artículo de El País y luego mirad este vídeo:
Ahora bien, seas de derechas, de izquierdas, hetero, homo, mono, bi, tri, cuadrisexual, de cualquier color y raza y si vives en este primer mundo (especifico, porque en otros países esto ni se plantea: las urgencias son tan más acuciantes...) me resulta difícil imaginar que estés en desacuerdo con esto. Me corrijo: posiblemente no te reconozcas en esto si eres el dueño de una gran empresa, si juegas en bolsa, si especulas, si piensas que no somos todos iguales y no tenemos todos los mismos derechos, sino que algunos son más iguales que otros; si eres uno de los cuatro que se alimenta de los cuarenta millones, como dice mi amiga Sara; si eres un político corrupto —me corrijo otra vez, si eres un político al uso—; si eres un egoísta y/o un insolidario.
Dice Sara en su blog Grandes Esperanzas:
No se trata de que votemos al mismo partido, ni de que creamos en las mismas cosas. No se trata sólo de la corrupción, del bipartidismo, de la ley electoral o de la crisis hipotecaria. Tampoco es únicamente que el talento no llegue nunca arriba, porque sólo interesa que el incapaz gestione, no vaya a ser que el que sabe tenga un ramalazo de honestidad y arrastre a los cuatro que se alimentan de los cuarenta millones.Se trata de caminar hacia una sociedad en la que nuestros hijos no encuentren justificable —y preferible a la alternativa de estudiar Comunicación Audiovisual— tener sexo ante unas cámaras para poder ganarse después la vida de contertulios en un programa de televisión. Una sociedad en la que el beneficio económico o el miedo a la indigencia no justifique cualquier medio, cualquier comportamiento. Detrás de los políticos que no gravan a las empresas ni a los millonarios, que permiten el rescate de la banca y la sangría al ciudadano de a pie, estamos TODOS. Todos los que nos plegamos a las normas de nuestro banco, que nos elimina las comisiones cuando cobramos tres mil euros pero nos pone mil más si estamos en paro, cobramos el día 10 y tenemos descubiertos; todos los que comprendemos que uno se gane la vida a costa de la explotación, de la enfermedad, de la especulación, del engaño, porque ‘aquí cada uno se tiene que buscar la vida como pueda’.¿Por qué nos parece normal que nos pidan una licenciatura, un máster e idiomas para ejercer un puesto con 800 euros de sueldo y que, sin embargo, nuestro jefe de gobierno necesite un intérprete para hablar con otros dirigentes? ¿Por qué cuando acompañamos a un enfermo en un hospital y vemos que en la cafetería los precios son desorbitados decimos ‘es normal, se aprovechan porque no hay nada más alrededor’? ¿Es que hemos aceptado que la explotación de las miserias humanas es lo que mueve nuestro mundo?La revolución ética debe partir del epicentro personal de cada uno. De la honestidad, de elaborar el propio camino paso a paso, intentando ser consecuente con las creencias personales. Y digo ‘intentando’, porque parto de que el ser humano es imperfecto y nunca logrará una utopía homogénea, ni siquiera en su propia vida. Las contradicciones nos construyen.
Me gustaría que alguien se atreviera a contestar (en el sentido de impugnar, de replicar) lo que Sara dice. Yo no puedo evitar compartirlo plenamente, y eso que no soy —lo fui, durante tiempo pero ya no, por lo menos por ahora— de los que ganan 800 euros al mes sino tres veces tanto.
Ahora bien, yo bajé a la plaza, en muletas, y teniendo mucho cuidado, porque la rodilla destrozada en el accidente requiere cuidados extremos, y en la plaza vi, observé, escuché, hablé, polemicé, me enfadé (sin muchas ganas), me arrepentí de haberme enfadado (con mucha culpa), y sentí y hasta me dio vergüenza ajena la confusión, el no saber explicarse, el protagonismo puro del micro abierto, la falta de claridad en los objetivos... pero también vi la rabia, el malestar compartido, las ganas de ser protagonistas y hacedores de la propia vida y de la propia felicidad...
...y la indignación, señores, la indignación de muchas personas que, con estudios o no, están hoy más o menos informados —más o menos, pero informados, y mucho más que ayer— de cómo de todos los causantes de la Crisis (tanto personas como empresas, pero personas, al fin y al cabo) que han destrozado la vida de centenares de miles de familias que han acabado viviendo en la calle en todo el Primer Mundo, de cómo, decía, ni uno ha tenido una sentencia de prisión ni una multa más o menos significativa, sino que, por ejemplo en EEUU, muchos de ellos han acabado formando parte del gobierno de Obama (insisto, hablo de este Primer Mundo porque es el en el que vivo, parásito, a su vez, y vampirizador de los otros "Mundos" que malhabitan nuestra madre Tierra). De paso sea dicho, como dice el artículo que mencioné al comienzo: el 50% de los congresista de EEUU son millonarios.
Vi todo eso, y vi como, muy poco a poco, verdaderamente muy poco a poco, ese malestar fue concretándose en muchas propuestas, y cómo ésas propuestas han ido limándose, tratando de recoger consenso (¿os suena? ¿no lo habéis estudiado? eso se llama democracia... Porque no, democracia no es esto a lo que estáis acostumbrados, esto en donde otros deciden por tí, sin que tú puedas hacer nada, sin que tu voz tenga ningún peso).
Vi todo eso, pero no pude disfrutarlo. Estaba yo en el medio, en el meollo, y no me lo creí. Será que tengo un bajón generalizado, será que mi novia me dejó hace meses y yo la sigo queriendo y todo me parece gris sin ella, será que esto ya lo he vivido y presentí la frustración... Sin embargo estuve. Porque, lo viva yo con ilusión o no, la ilusión del cambio no debe apagarse, ya que es la única que puede provocar un cambio verdadero y real.
Lo que ahora queda, y esto es lo más importante, es el compromiso. Sin compromiso no hay nada. Si no hay compromiso, la voluntad flaquea. Si no hay compromiso, no se puede crear nada. Bien lo sé yo, que perdí algo muy grande por no comprometerme. Y el compromiso es difícil de mantener, especialmente en carreras como éstas, que son carreras de fondo. Porque las plazas se vaciarán, las acampadas terminarán o serán desalojadas a porrazos. Y entonces habrá que mantener el compromiso con uno mismo, sin el respaldo de la masa colorida y jubilosa de la plaza. Habrá que mantener el compromiso con el vecindario, con el barrio, con la señora de rulos que se queja de su pensión de viudedad pero que sigue votando al PP y alquilando su plaza de garaje al vecino del tercero por 200 euros, la muy... pero que baja a la reunión porque hay que cambiar las cosas, no se puede ya vivir así, ésa juventud tiene razón... y ponernos todos de acuerdo, un acuerdo de mínimos, algo que nos haga feliz a todos, y mantenerlo, día tras día. Yo no supe hacerlo conmigo mismo, y perdí lo que más apreciaba, así que me permito decirlo: el compromiso hay que tomarlo con amor, paciencia, perseverancia y sobre todo, positividad.
Comprometernos a bajar a la plaza cada mes. Para que nuestros lazos se mantengan y para que todos vean que seguimos allí. Comprometernos a bajar al barrio.
Comprometernos, sobre todo, con nosotros mismos.
Dedico mi compromiso a mí mismo y a P. (para que sus hijos, que ya no serán míos, tengan un mundo un poco mejor en el que vivir y crecer).
3 May 2011
Beatification of a... criminals' friend?
On May 1, a day which has not at all been chosen randomly, but strategically, as the 1st of May has always been the traditional day of all the workers of the world (and, obviously, a special day for the secular left), Karol Wojtyla, John Paul II has been beatified, just six years after his death. For the Catholic Church is a necessary step to sainthood.
John Paul II has been beatified, without taking into account the all those aspects which could be considered "a bit controversial" (obviously, all this has been strictly forgotten during these days):
- his omissions in reporting cases of child abuse,
- his alliance with the Latin American dictatorships
- his alliance and friendship with very discussed prelatures as Opus Dei and the Legionaries of Christ
- his relentless war against modernity, against the Basic Christian Communities, against the Liberation Theology and against the spirit of the Second Vatican Council.
Beatification (thanks Wikipedia):
Beatification (from Latin beatus, blessed) is a recognition accorded by the Catholic Church of a dead person's entrance into Heaven and capacity to intercede on behalf of individuals who pray in his or her name
Go on reading. We'll jump somewhere else and come back.
If you enter the cathedral of San Salvador and look to the right of the nave, you will see the image of a smiling priest. But do not get confused! That priest smiling represented in the giant painting is NOT the Bishop Oscar Arnulfo Romero, murdered in 1980 by death squads of the government of ultra-right. That priest, with that gentle smile, is San José María Escrivá de Balaguer, founder of Opus Dei, the Catholic organization (merely a very very powerful sect, linked to the ultra-right) and of whom Karol Wojtyla was clear and secure political ally.
The alliance was so strict and strong that John Paul II sanctified the Basque priest without considering the closeness of this priest to the Franco's dictatorship, the Spanish anti-Semitism, the outrageous purchase of a noble title, and all the complaints coming from all Europe about the manipulation of the process of sainthood. What mattered was to provide a Catholic saint to the ruling class, fiercely anti-communist, who plays a Catholicism in which money and power were celebrated as a path to salvation.
To find the few signs reminding Monsignor Romero, the traveler who visits El Salvador-including Barack Obama who arrived there last March- must find a chapel, often closed, placed outside a cathedral (strictly controlled by the Opus Dei). Even if the faithful and the humble little market outside is all about and for Romero, all the glory of god -the official god- is reserved to the founder of the Opus Dei.
Why are we speaking about Bishop Oscar Arnulfo Romero? Because Romero was killed by death squads of the Governement (ultra-right), and just few months before his martyrdom, 7 May 1979, the Central American bishop had presented a dossier on human rights abuses in his country to John Paul II. Among the documents there were photos of the body of a young priest tortured and murdered by the military. Romero was released from the hearing saying he was "dismayed" by the coldness the pope demonstrated to his complaint.:
"You must have better relations with your government"
were the categorical words of the pope.
With those words the way to holiness had ceased to be a mystery: it responded to a political and worldly logic, which meant for Karol Wojtyla the alliance with the dictator Augusto Pinochet and the executioners of Plan Condor .
This explains why, after 31 years, the process of beatification of Bishop Romero has been lost in the archives of the Congregation for the Causes of Saints, while the cause of the founder of the Opus Dei followed an accelerated path. Several witnesses, including Ernesto Cardenal, priest and minister of Nicaragua repeated what Wojtyla said publicly: that the beatification of Romero as a martyr was not appropriate because "it would have been exploited by the left."
Go on reading:
A very similar path was taken by John Paul II to help another of his allies: Marcial Maciel, the founder of the Legionaries of Christ, a kind of Opus Dei super-ultra-right: intolerant to all other religions and a man who was a symbol of anti-conciliar church, now very close to the government of Felipe Calderón in Mexico. Although there is evidence that since 1976 the future pope was informed of severe criticism towards Macie (they were public):
- this two concubines,
- he various children he personally raped for years,
- allegations of theft,
- embezzlement and other crimes
Maciel was intended to fast track a holiness by the pope.
Only after the death of Wojtyla Maciel ceased to be a living saint, and only after the demise of this, in 2008, the Catholic Church was forced to stop covering the faults of this criminal. With Maciel, the Pope Woityla repeated what he had done for decades: the practice of silence. The pope was informed with certainty and had played an active role not only in covering up Maciel crimes, who went far beyond the sexual abuse, but also in silencing all other sexual abuse practiced by hundreds of pedophile priests, beginning with the Austrian Cardinal Hans Hermann Groër and the American Bernard Law.
So, yesterday John Paul II was beatified. The protector and ally of Escrivá Maciel and the enemy of Romero (left alone in his martyrdom); the relentless witch-hunter in Latin America's Catholic Church which, in the Eucharistic Congress held Medellin in 1968 decided something which couldn't be tolerated by the Big Men who rule the world: the "preferential option for the poor people ".
It was against the liberation theology that John Paul II made the first of his many trips abroad. In January 1979 he went to Puebla, Mexico, for the third Latin American bishops' conference, which impressed a hard turn conservative. Since then hundreds and hundreds of progressive religious were removed and silenced by Pope John Paul II. The first was one of the greatest theologians of the Council, Bernard Häring. Among the major figures, there was Pedro Arrupe, Jesuit superior general, Bishop of migrants and prostitutes, the Frenchman Jacques Gaillot, who was assigned to the non-existent diocese of Partenia, the bishop of San Cristobal de las Casas, Samuel Ruiz, sensitive to the Zapatista world and the indigenous …
Thus, between glory and smoke of incense we have ended up with a beatification which has been delayed the minimum necessary to maintain the decency of a process that the slogan "saint now" pretended to jump.
And, obviously, the "feast" had been thought strategically, with the lack of respect the established Catholic Church (and the Popes) had always showed towards the poors. In Rome, a merchandising kitsch, (the "blessed Wojtyla" pins and patches) invades Via della Conciliazione. The same happens in Wadowice, in southern Poland, the second most important point of the celebrations: here the pope was born 91 years ago. Over half a million pilgrims visit the town each year, and all its hotels and convents, churches and restaurants. A museum dedicated to John Paul II has opened, just yesterday, another thousand suqre meters of exhibition space.SO much has a pope to show? Where is the Francis of Asisis' spirit?
Also in this context, the image of John Paul II, with his very generic message of peace and love, is hiding the reality of the Polish Catholic church flattened every day by its tight alliance with the ultra-right, racist , anti-Semitic and ultranationalist party.
It is not a coincidence that the Polish situation is similar to that of the other country where the "wojtylism" has rooted more deeply: Italy. The Catholic hierarchy has never been separated from the government of Silvio Berlusconi, in spite of the continuing sex & corruption scandals, the alliance with the Northern League (racist) and the absolute lack of charity towards the migrants. The Italian prime minister (Berslusconi) continues to buy their silence by granting huge economic benefits in terms of funding or tax exemptions to private (religious) schools, preventing any debate on ethical issues on artificial insemination, homosexual marriages, palliative care. This even though several scientists, including the anesthesiologist Lina Pavanelli, have studied how the same Wojtyla deliberately stopped his treatment, accelerating the death, which the church considers a mortal sin for ordinary believers. Wojtyla is the conservative, always uncompromisingly against any form of contraception and against the use of condoms in combating AIDS.
This is the man who’s been beatified.
28 Apr 2011
Un comentario de Facebook
—No sé si se entiende qué es lo que me gusta del comentario— dijo Sara.
Y no. No lo había entendido. Que te pongan un "Like" (sí, el FB lo tengo en inglés) debajo de un comentario en el que dices que te sientes mal, pero no mal de un catarro, de una fisura anal, de una gastroenteritis, no, no, sino mal dentro, porque hace mucho que se te ha cubierto el corazón de chapapote, se te ha espesado el alma y el pensamiento como alquitrán, y no tienes mascarilla, como esos días en Galicia, en Carnota, limpiando unas rocas que se te morían debajo de las manos, porque nunca llegabas a quitar nada, por mucho que quitaras... ese mal del ánima, esa tristura que te dura desde tanto tiempo.
No, no lo había entendido, el "Me gusta" (a mi me aparece Like, porque el Féisbuk lo tengo en inglés)
Luego Sara siguió:
—Tu forma de expresarte ante el mundo y la manera en que sientes y percibe cada pequeño rasguño o brisa marina.
La brisa marina. Sara tiene una intuición especial. ¿cómo sabrá que lo que quiero es que me sople el mar en la cara, que me sale la piel como un jamón curado, que me fije como cuero las arrugas el salitre? ¿Cómo sabrá que quiero volver a esa playa en la que P. me sacó la tristura de encima a fuerza de quererme tozudamente?
Eso me gusta —me dice Sara— Aunque haya monstruos, sabrás domarlos y retratarlos, para nosotros.
No, eso se lo quiero decir a Sara: no quiero que los monstruos se queden. No quiero domarlos, estoy cansado. No quiero retratarlos para nadie. No quiero ser el que dejó un bonito libro de poemas (que no sé escribir) o de cuentos (que no escribo) para la posteridad, habiéndose jodido la vida por no haber sabido quitarle la capa de chapapote a su corazón. Lo que quiero es paz. Y amar. Suena muy hippie, no? o muy New Age, pero es lo único que quiero.
Y sigue, mi Sara, en abierto:
"Adoro tu forma de expresarte y estoy convencida de que debiéramos ser muchos más, o incluso todos, así, de esa manera, para que el escenario tragicómico en el que disponemos nuestras idas y venidas, irreales y supuestas, y en el que nunca se pone el telón"
Sería tragicómico si fuera capaz de reírme de ello. Pero Sara no sabe que no lo soy. No lo sabe y cree que sí, como muchos otros que hasta me conocen mucho mejor y piensan que en fondo yo soy ese ser que salta sobre las mesas en los bares, que les dice piropos a las ancianitas, que juega con todos los niños que se encuentra en su camino. Que hace el payaso siempre. Sara no sabe que me tomo tremendamente en serio, por desgracia. La seriedad (chapapote, alquitrán maldito), ésa que siempre he intentado espantar haciendo el payaso, me la metieron entre el pan y la nutella de pequeño. Me pusieron droja en el colacau. No —se lo quiero decir a Sara—: no le deseo a nadie que sea como yo. La reprogramación cuesta mucho, y no es exhaustiva. Pero, eso sí, te deja exhausto.
Tus monstruos son mis monstruos y los de todos los demás; trátalos con cariño porque tienen tanto de ti como de todos los que pisamos tierra, firme o compuesta de arenas movedizas. Y no voy a tratar de consolarte con las palabras de aquel poeta hindú, que yo creo que las lágrimas limpian el cristalino —las venden artificiales, incluso— e hidratan el mecanismo del parpadeo, que es ese instante de oscuridad en el que puedes elegir qué vas a ver al siguiente golpe de luz. Tómales medidas a esos monstruos, Emi, porque de la misma talla serán los baobabs que te den sombra y alimento, cuando la arena reconforte tus pasos...
La arena, Sara, otra vez. A veces dudo hasta yo de que la arena, la las olas del mar me hagan el mismo efecto que me hacían antes, cuando me quedaba mirándolas embobado. Ahora las tengo tan relacionadas con P. que temo cada vez que me acerco a una playa. P. me quería tan tozudamente que mezcló arena con el chapapote y poco a poco casi logra limpiarme el alma. Pero se cansó antes de que yo pudiera darle el relevo. Antes de que el niño aprendiera a lavarse solito. Quisiera saber qué hizo ella con sus monstruos, si aprendió a tratarlos con cariño, o si los mató uno a uno, en tantos meses de silencio.Tenerle cariño a mis monstruos... Los baobabs, me dice Sara. Tomarle medidas a mis monstruos: lo hice, y les hice unos trajes. Les sientan muy bien. los vestí, los peiné, les puse cremita. Pero a veces, de repente, se desnudan otra vez. A lo mejor, como me dijo una amiga una vez, no tengo que hacerle caso al Dinosaurio (así lo llamaba ella).
Sara, de paso sea dicho, no sabe que ella se expresa mucho mejor que yo.
6 Apr 2011
Disidencias
Art. 123
La imposición del Castigo Ejemplar calificado importa la privación de libertad del condenado durante el tiempo necesario a su Limpieza y Reeducación, bajo un régimen especial de cumplimiento que se rige por las siguientes reglas:
La imposición del Castigo Ejemplar calificado importa la privación de libertad del condenado durante el tiempo necesario a su Limpieza y Reeducación, bajo un régimen especial de cumplimiento que se rige por las siguientes reglas:
1.ª No se podrá conceder la libertad condicional sino una vez transcurridos cuarenta días de Limpieza efectiva, debiendo en todo caso darse cumplimiento a las demás normas y requisitos que regulen su otorgamiento y revocación;
2.ª La Limpieza y reeducación se obrarán mediante provocación de amnesia selectiva y reeducación hipnótica, sin menoscabo de ninguna capacidad psico-física del condenado.
Final abierto
A menudo Marcos sueña con los ojos abiertos. Unos sueños rabiosos pero cuidados hasta el más mínimo detalle. El Presidente, con su “sonrisa para todos”, sentado en la silla del Castigo Ejemplar. El Presidente, con su metro y medio de sonrisa, con sus 42 dientes de sonrisa para todos, su sobrio traje antracita, su calva zen y sus controlados movimientos de Tai Chi envolvente, “os quiero a todos”, sentado en la silla en el centro del escenario, con una cara de enajenado estupor dibujada por encima de la sonrisa (voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar... de repente recuerda un pasaje de uno de los libros de su padre, de los que se prohibieron antes de la Gran Revolución y que el Presidente repuso en las Bibliotecas Para Todos, pero no en las librerías. Todo está bajo su mirada, pero no este libro que él tiene en casa, en la habitación de su madre), el Presidente sentado y una mano anónima apuntándole en la sien con el arma reglamentaria del Castigo Ejemplar. Traición.
Marcos sueña con los ojos abiertos, a veces. Unos sueños rabiosos pero cuidados hasta el más mínimo detalle. Conoce todas las caras del público, mudo siempre (a veces algo varía: éste tenía barba y ahora sólo tiene bigote, la señora pelirroja ha entrado en el plató con los rulos puestos pero sigue siempre guapísima), una panorámica en cámara lenta, siempre de derecha a izquierda para terminar otra vez con un medio plano: cara del Presidente, mirada huera, ebria de incomprensión; una mano con una pistola apuntándole en la sien. Entre la sien y el cañón de la pistola un espacio de un centímetro.
A menudo Marcos sueña con los ojos abiertos. Unos sueños rabiosos pero cuidados hasta el más mínimo detalle. Y llora. Rabiosamente. Su madre no se acuerda de su padre. Su madre no se acuerda de lo que él hizo.
Su madre es feliz. Su madre ha muerto. Ha sido él quién la ha matado.
No disientas. Sé feliz.
Liminar
(de donde se entra o se sale)
24 años antes del final
De repente la pared del plató empezó a abrirse entera, de abajo a arriba. El movimien-to paró casi enseguida, dejando sólo una pequeña ranura por la que entraban violentas ráfagas de una luz blanca, lacticinosa, cegadora, en la que se entrevieron dos siluetas avanzando hacia el centro del escenario. El público estaba mudo.
La cámara enfoca un primer plano de las dos manos, lívidas, entrelazadas, apretando furiosamente. Un amasijo indisoluble y nudoso de huesos y piel descarnados, algo como raíces al aire, pulidas por la intemperie y un largo acariciar. La de ella más joven, lisa pero fuerte; la de él más rugosa, trabajada, huesuda, grande, flaca.
Él apenas lograba andar con cierta compostura. Su acompañante, una chica joven, lo sostenía sujetándolo con la derecha por la cintura. La mano izquierda mezclada con los dedos de él, apretando furiosamente. El showman los esperaba en el centro, al lado de la silla. Lo sentaron en la silla. Barba de tres días, pelo muy corto, pantalones de franela jaspeada y la camiseta obligatoria del patrocinador del programa: una pantalla-tejido en la que cada doce segundos se anunciaban los productos de la Corporación GoogleDis-ney. En su cara la mezcla de drogas sólo había dejado sitio para un estupor fusco, obnubilado, estúpido.
Sentado. En su aturdimiento enajenado nada podía tocarle, y sin embargo por algo se-guía agarrada a la mano de la chica. Mientras el showman pronunciaba las palabras obligatorias para la ocasión (dos o tres veces al año, no más, se acusaba a algún Contrario del peor delito contemplado por la Ley: Traición y Atentado contra la Felicidad), dos operadores tuvieron que gastar gotas de sudor y nerviosismo para desencajar aquellos dedos, para deshacer los nudos, dejar a la chica libre de utilizar la mano y entregarle el arma.
Ella se encontró allí casi despertando de un largo sueño, sus ojos llenos de lágrimas no le dejaban ver la cara de él. Su brazo temblando, tendido, apuntando la pistola a la sien, dos ojos enajenados y estupefactos que la miran y no la ven, el showman repitiendo que la traición a los principios de la Revolución era el peor crimen..., en la pantalla-tejido de la camiseta de ella una playa tropical al atardecer, publicidad de alguna de las virtual-holidays de la Corporación GoogleDisney.
«Cuanto antes lo haga, antes se acabará todo esto», piensa, con la mirada acuosa hacia su pecho.
Apretó el gatillo mientras miraba su camiseta. En la pantalla-tejido campeaba una enorme botellita de Google Cola, burbujeante.
No disientas. Sé feliz
En el medio
I
La Ciudad está llena de gente feliz. También lo recuerdan repetidamente los carteles de plasma colgados por todas partes con la cara del Presidente. “El Presidente os quiere a todos. Sed felices”; “Nuestra única obligación es cumplir con nuestra felicidad y aprovechar la de los que nos rodean. El Presidente vela por vuestra felicidad”.
Es casi Navidad y la cara del Presidente enseña su amor en todas las calles, lo vierte sobre la gente que pasea por la Gran Vía como melaza caliente, invita a todos a formar el gran corro, con sus grandes brazos abiertos y su sonrisa de cuarenta y dos dientes níveos. El Presidente, con su sobria elegancia de corte oriental, su mirada penetrante, bondadosa, paternal, su nueva y justa Constitución del Justo Medio, no fue siempre el Presidente. Luchó, en los días de la Gran Revolución, en las Siete Semanas, más que cualquiera, lideró el Gobierno Extraordinario y cuando “Los Contrarios” acabaron con la vida de sus colaboradores en el atentado del Palacio de Congresos, decidió tomar él solo las riendas de la nación y repartir Castigo y Felicidad. Acabó con el peligro terro-rista de los Contrarios y lleva veinte años al mando de un país feliz.
El Presidente ha logrado arrebatar el País a la mafia de los políticos, a la estúpida, caótica y corrupta alternancia de partidos, a la lucha fratricida por el poder y el dinero de los contribuyentes, al yugo de la moral mafioso-papal. Ha exterminado el tráfico de drogas y armas y la explotación de la prostitución. Ahora puede dispensarse amor en la calle según tarifas estatales: las drogas son monopolio del Estado, se producen en en fincas biológicas y se venden en kioskos del Estado. Las armas son de uso exclusivo de la Milicia.
En realidad, algunas células de Contrarios siguen activas, sobre todo en la periferia de la Ciudad. De vez en cuando, los Servicios de Inteligencia del Presidente descubren el escondrijo de algunos de ellos y es entonces cuando todos los canales, a las nueve de la tarde, interrumpen sus programaciones para trasmitir en directo el Castigo Ejemplar (dos o tres veces al año, no más). Es la pena más alta para el delito más grave: traición de los principios de la Gran Revolución: Atentado contra la Felicidad.
Según las justas leyes del Presidente, la ejecución debe ser llevada a cabo por el pariente más cercano al acusado.
No disientas. Sé feliz.
II
“Consumo & Felicidad” rezan los carteles publicitarios de las pantallas-tejido, las camisetas del Presidente. Una señora pelirroja se percata de que todavía no ha alcanzado el nivel de consumo previsto para el día y se apresura hacia el kiosko para comprar una botella de medio litro de GoogleCola, que le regalará tres puntos y medio, justo lo que necesitaba para llenar el cupo diario y que le permitirá a final de año disfrutar de una semana de virtual-holidays a mitad de precio en uno de los establecimientos de la Corporación.
Marcos también está pensando lo mismo: «Llevo unos días sin consumir lo que debería un Consumidor Feliz de Nivel Tres como yo. Pensarán que estoy deprimido». Marcos es cámara de televisión, tiene 24 años, vive con su madre de la que suele decir que tiene dos huevos así. Lo dice, a menudo, y sabe que es porque él no los tiene. Marcos sólo quiere una cosa, lo ha querido a lo largo de toda su vida hasta ahora: ser feliz.
No disientas. Sé feliz.
III
Mamá, hace tres días me encontré este diario en tu habitación. Buscaba ese libro que nos dejó Papá. Yo no sabía nada de Papá. Siempre me dijiste que había muerto en la Gran Revolución, luchando al lado del Presidente. Y ahora sé que era un Contrario. Ahora sé que tú también.
Mamá, quiero ser feliz.
IV
De repente la pared del plató empezó a abrirse entera, de abajo a arriba. El movimiento paró casi enseguida, dejando sólo una pequeña ranura por la que entraban violentas ráfagas de una luz blanca, lacticinosa, cegadora, en la que se entrevieron dos siluetas avanzando hacia el centro del escenario, el mismo desde hace más de veinte años. El público estaba mudo.
La cámara enfoca un primer plano de las dos manos, lívidas, entrelazadas, apretando furiosamente. Un amasijo indisoluble y nudoso de huesos y piel descarnados, algo como raíces al aire, pulidas por la intemperie y un largo acariciar. La de ella más rugosa; la de él joven, huesuda, grande, flaca.
Ella apenas lograba andar con cierta compostura. El acompañante, un chico joven, la sostenía sujetándola con la derecha por la cintura. La mano izquierda mezclada con los dedos de ella, apretando furiosamente. El showman los esperaba en el centro, al lado de la silla. La sentaron. Pelo muy corto, pantalones de franela jaspeada y la camiseta obligatoria del patrocinador del programa: una pantalla-tejido en la que cada doce segundos se anunciaban los productos de la Corporación GoogleDisney. En su cara, la mezcla de drogas sólo había dejado sitio para un estupor fusco, obnubilante, estúpido.
Sentada. En su aturdimiento enajenado nada podía tocarla, y sin embargo por algo seguía agarrada a la mano del chico. Mientras el showman pronunciaba las palabras obli-gatorias para la ocasión (dos o tres veces al año, no más, se acusaba a algún Contrario de Traición: Atentado contra la Felicidad), dos operadores tuvieron que gastar gotas de sudor y nerviosismo para desencajar aquellos dedos, para deshacer los nudos, dejar a Marcos libre de utilizar la mano y entregarle la pistola.
Marcos se encontró allí casi despertando de un largo sueño, el brazo tendido apuntando la pistola a la sien, dos ojos estupefactos que te miran y no entienden, el showman repitiendo que la traición a los principios de la Revolución era el peor crimen..., en la pantalla-tejido de la camiseta de ella una playa tropical al atardecer, publicidad de algu-na de las virtual-holidays de la Corporación GoogleDisney.
«Cuanto antes lo haga, antes se acabará todo esto» piensa Marcos con los ojos bajos.
Apretó el gatillo mientras miraba la camiseta. En la pantalla-tejido campeaba una enorme botellita de GoogleCola, burbujeante.
«Sé feliz, mamá».
2 Apr 2011
La ciudad y los ciegos (un cuento para Joao Siniestro)
Mi amigo Luis, curioso espécimen transgénico et rara avis, cuya primera novela se saldrá en mayo por letraBRICK, acaba de publicar este escrito en su blog. Dadas las circunstancias (que nada tienen que ver ni con el libro, ni con ninguna ave rara, sino con cierta situación cuya madeja voy desenredando desde hace unos años), he decidido contestarle desde aquí. Llevo unos días viajando —por enésima vez— entre las Ciudades Invisibles de Calvino, y hoy he recordado Miranda, ciudad que ni Calvino ni Marco Polo visitaron nunca. Aquí la tenéis.
© de la imagen Beverly J. Speakes
© de la imagen Beverly J. Speakes
La ciudad y los ciegos
Miranda —la que mira a Levante, dicen sus habitantes— está suspendida,
desde que se tiene memoria de la existencia de la ciudad, en el segundo antes
del equinoccio primaveral, en una eterna espera de la llegada de la primavera.
Sus caras lo reflejan y sus quehaceres también. Los habitantes de Miranda viven
en una espera continua: los taconeos de los cascos de los caballos que
trasladan los comerciantes extranjeros en sus carrozas delatan una prisa
contenida; los regateos en los mercados, donde las mujeres compran ajonjolí,
comino, dulce de almendra y miel y las nuevas medias de nailon traídas de un
Oeste lejano, nunca duran mucho, porque tanto ellas, como los tenderos, están
siempre a punto de dirigir sus pasos, con mal disimulada urgencia, hacia las
ventanas de sus casas, todas orientadas hacia el Este, esperando con premura el
equinoccio.
Los habitantes de Miranda tienen arrugas en su memoria, tan viejas es.
Sin embargo, no recuerdan nada del día de ayer. Si le preguntas a, digamos,
Zobeida, sobre esa tetera de plata que compró ayer mismo en el mercado, esa
tetera apoyada en el centro de la mesa, te dirá que no sabe, que cree que
siempre estuvo allí. La niña de siete años, hija de la señora
del todo a cien, te hablará de las angustias de sus abuelos, y del afán con el
que le construyeron una casa, antes de morir, con ventanales grandes, para que
cuando ella se case pueda, el alba del día en el que la primavera llegue, ser
la primera en verla.
El idioma de los habitantes de Miranda es fácil
de aprender, pero difícil de conceptualizar por el extranjero, y las
comunicaciones resultan a veces complicadas: en su vocabulario, como en su
cultura, no existe la noción del “ahora” (ni la palabra misma). El presente,
como tiempo verbal, no se concibe.
El visitante que llega a Miranda, sale de ella
pensando haber vivido unos días en una ciudad en constante primavera.
31 Mar 2011
The Invisible Cities
I'm lazy tonight, and quite sleepy, so I'm not going to speak about the book. Not even about the author, Italo Calvino. Wikipedia is there for those who want to know something more about him or about this book: The invisible cities (and, if you want to find reviews, just go to Amazon).
So, again, will I jump again on the narcissistic band wagon and write about myself? Not this time. And anyway, sometimes the books one likes... they did speak about the one who likes them. :-)
Here you have some excerpts from The Invisible Cities. Enjoy.
Thin Cities 3
Whether Armilla is like this because it is unfinished or because it has been demolished, whether the cause is some enchantment or only a whim, I do not know. The fact remains that it has no walls, no ceilings, no floors: it has nothing that makes it seem a city except the water pipes that rise vertically where the houses should be and spread out horizontally where the floors should be: a forest of pipes that end in taps, showers, spouts, overflows. Against the sky a lavabo's white stands out, or a bathtub, or some other porcelain, like late fruit still hanging from the boughs. You would think that the plumbers had finished their job and gone away before the bricklayers arrived; or else their hydraulic systems, indestructible, had survived a catastrophe, an earthquake, or the corrosion of termites.
Abandoned before or after it was inhabited, Armilla cannot be called deserted. At any hour, raising your eyes among the pipes, you are likely to glimpse a young woman, or many young women, slender, not tall of stature, luxuriating in the bathtubs or arching their backs under the showers suspended in the void, washing or drying or perfuming themselves, or combing their long hair at a mirror. In the sun, the threads of water fanning from the showers glisten, the jets of the taps, the spurts, the splashes, the sponges' suds.
I have come to this explanation: the streams of water channelled in the pipes of Armilla have remained in the possession of nymphs and naiads. Accustomed to travelling along underground veins, they found it easy to enter the new aquatic realm, to burst from multiple fountains, to find new mirrors, new games, new ways of enjoying the water. Their invasion may have driven out the human beings, or Armilla may have been built by humans as a votive offering to win the favour of the nymphs, offended at the misuse of the waters. In any case, now they seem content, these maidens: in the morning you hear them singing.
Cities & Desire 5
"From there, after six days and seven nights, you arrive at Zobeide, the white city, well exposed to the moon, with streets wound about themselves as in a skein. They tell this tale of its foundation: men of various nations had an identical dream. They saw a woman running at night through an unknown city; she was seen from behind, with long hair, and she was naked. They dreamed of pursuing her. As they twisted and turned, each of them lost her. After the dream, they set out in search of that city; they never found it, but they found one another; they decided to build a city like the one in the dream. In laying out the streets, each followed the course of his pursuit; at the spot where they had lost the fugitive's trail, they arranged spaces and walls differently from the dream, so she would be unable to escape again.
This was the city of Zobeide, where they settled, waiting for that scene to be repeated one night. None of them, asleep or awake, ever saw the woman again. The city's streets were streets where they went to work every day, with no link any more to the dreamed chase. Which, for that matter, had long been forgotten.
New men arrived from other lands, having had a dream like theirs, and in the city of Zobeide, they recognized something from the streets of the dream, and they changed the positions of arcades and stairways to resemble more closely the path of the pursued woman and so, at the spot where she had vanished, there would remain no avenue of escape.
The first to arrive could not understand what drew these people to Zobeide, this ugly city, this trap.
Continuous Cities 1
The city of Leonia refashions itself every day: every morning the people wake between fresh sheets, wash with just-unwrapped cakes of soap, wear brand-new clothing, take from the latest model refrigerator still unopened tins, listening to the last-minute jingles from the most up-to-date radio.
On the sidewalks, encased in spotless plastic bags, the remains of yesterday's Leonia await the garbage truck. Not only squeezed rubes of toothpaste, blown-out light bulbes, newspapers, containers, wrappings, but also boilers, encyclopedias, pianos, porcelain dinner services. It is not so much by the things that each day are manufactured, sold, bought that you can measure Leonia's opulence, but rather by the things that each day are thrown out to make room for the new. So you begin to wonder if Leonia's true passion is really, as they say, the enjoyment of new and different things, and not, instead, the joy of expelling, discarding, cleansing itself of a recurrent impurity. The fact is that street cleaners are welcomed like angels, and their task of removing the residue of yesterday's existence is surrounded by a respectful silence, like a ritual that inspires devotion, perhaps only because once things have been cast off nobody wants to have to think about them further.
Nobody wonders where, each day, they carry their load of refuse. Outside the city, surely; but each year the city expands, and the street cleaners have to fall farther back. The bulk of the outflow increases and the piles rise higher, become stratified, extend over a wider perimeter. Besides, the more Leonia's talent for making new materials excels, the more the rubbish improves in quality, resists time, the elements, fermentations, combustions. A fortress of indestructible leftovers surrounds Leonia, dominating it on every side, like a chain of mountains.
This is the result: the more Leonia expels goods, the more it accumulates them; the scales of its past are soldered into a cuirass that cannot be removed. As the city is renewed each day, it preserves all of itself in its only definitive form: yesterday's sweepings piled up on the sweepings of the day before yesterday and of all its days and years and decades.
Leonia's rubbish little by little would invade the world, if, from beyond the final crest of its boundless rubbish heap, the street cleaners of other cities were not pressing, also pushing mountains of refuse in front of themselves. Perhaps the whole world, beyond Leonia's boundaries, is covered by craters of rubbish, each surrounding a metropolis in constant eruption. The boundaries between the alien, hostile cities are infected ramparts where the detritus of both support each other, overlap, mingle.
The greater its height grows, the more the danger of a landslide looms: a tin can, an old tire, an unraveled wine flask, if it rolls toward Leonia, is enough to bring with it an avalanche of unmated shoes, calendars of bygone years, withered flowers, submerging the city in its own past, which it had tried in vain to reject, mingling with the past of the neighboring cities, finally clean. A cataclysm will flatten the sordid mountain range, canceling every trace of the metropolis always dressed in new clothes. In the nearby cities they are all ready, waiting with bulldozers to flatten the terrain, to push into the new territory, expand, and drive the new street cleaners still farther out.
Cities and the Sky 5
Andria was built so artfully that its every street follows a planet's orbit, and the buildings and the places of community life repeat the order of the constellations and the position of the most luminous stars: Antares, Alpheratz, Capricorn, the Cepheids. The city's calendar is so regulated that jobs and offices and ceremonies are arranged in a map corresponding to the firmament on that date: and thus the days on earth and the nights in the sky reflect each other.
Though it is painstakingly regimented, the city's life flows calmly like the motion of the celestial bodies and it acquires the inevitability of phenomena not subject to human caprice. In praising Andria's citizens for their productive industry and their spiritual ease, I was led to say: I can well understand how you, feeling yourselves part of an unchanging heaven, cogs in a meticulous clockwork, take care not to make the slightest change in your city and your habits. Andria is the only city I know where it is best to remain motionless in time.
They looked at one another dumbfounded. "But why? Whoever said such a thing?" And they led me to visit a suspended street recently opened over a bamboo grove, a shadow-theater under construction in the place of the municipal kennels, now moved to the pavilions of the former lazaretto, abolished when the last plague victims were cured, and--just inaugurated--a river port, a statue of Thales, a toboggan slide.
"And these innovations do not disturb your city's astral rhythm?" I asked.
"Our city and the sky correspond so perfectly", they answered, "that any change in Andria involves some novelty among the stars." The astronomers, after each change takes place in Andria, peer into their telescopes and report a nova's explosion, or a remote point in the firmament's change of color from orange to yellow, the expansion of a nebula, the bending of a spiral of the Milky Way. Each change implies a sequence of other changes, in Andria as among the stars: the city and the sky never remain the same.
As for the character of Andria's inhabitants, two virtues are worth mentioning: self-confidence and prudence. Convinced that every innovation in the city influences the sky's pattern, before taking any decision they calculate the risks and advantages for themselves and for the city and for all worlds.
Thin Cities 5
If you choose to believe me, good. Now I will tell how Octavia, the spider-web city, is made. There is a precipice between two steep mountains: the city is over the void, bound to the two crests with ropes and chains and catwalks. You walk on the little wooden ties, careful not to set your foot in the open spaces, or you cling to the hempen strands. Below there is nothing for hundreds and hundreds of feet: a few clouds glide past; farther down you can glimpse the chasm's bed.
This is the foundation of the city: a net which serves as passage and as support. All the rest, instead of rising up, is hung below: rope ladders, hammocks, houses made like sacks, clothes hangers, terraces like gondolas, skins of water, gas jets, spits, baskets on strings, dumb-waiters, showers, trapezes and rings for children's games, cable cars, chandeliers, pots with trailing plants.
Suspended over the abyss, the life of Octavia's inhabitants is less uncertain than in other cities. They know the net will last only so long.
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