Dime por qué todavía te deseo, por qué tu nombre vuelve
como el hacha a la herida en una amarga visitación de medianoche;
[...]
por qué me basta componer un mecanismo elemental de sílabas,
marcar en el cogollo de la niebla las cifras de tu nombre,
para que solitariamente
me agobie la esperanza de una menuda migración de dedos por mi pelo,
de una fragrancia en donde habita el musgo.
jc
Y entonces me dejo barba encima de la que ya tengo, me imagino grandullón como lo fue Julio, y me sale una voz como la de Tom, el que está aquí abajo y que canta por mí -en mi lugar- p-r-e-c-i-s-a-m-e-n-t-e lo que yo quiero cantar.